28 de septiembre de 2009


Nadie esperaba súplicas
(al menos no tenía esa horrible costumbre)
así que el trato fue corto:

-Si ese es el precio me voy,
decían a cada rato.

Adicta, había decidido espantar,
al menos esa noche,
todos los clientes.

Se sabía algo muerta algo fatal
delivery blanca pastilinda
y tornó en medusa de jeringas.

El que miraba desde la cuna lloraba
así que se acercó
y le dejó un par de mamaderas cargadas.

Después se tiró en el sillón,
con su locura
con las lágrimas de la que no fue
con el cerebro de flan
con la sangre estancada.

Y ya sin la risa del exceso,
vuelta otra vez nena,
se dejó.

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